CATALUÑA, 28 de julio de 2010, esta fecha histórica ha expandido lo que ya hace años, inicio Canarias en solitario. Este logro inicia el impulso definitivo hacia una ordenación legal y social imprescindible tanto para quienes son favorables a las corridas de toros y similares, como para quienes no lo somos.
Con 68 votos a favor, 55 en contra y 9 abstenciones el Parlamento catalán decide que las corridas de toros quedan suspendidas de la Comunidad a partir de enero del 2012.
Sean cuales sean los plurales componentes de esta decisión tomada en Cataluña y los comentarios que suscite por todas partes, tan trascendental avance implica que hemos de evolucionar, dejar atrás el periodo cavernario y adaptarnos al siglo XXI; un siglo en el que debería acabarse con TODOS LOS MALOS TRATOS contra seres inocentes e indefensos. Y los seres humanos debemos evolucionar hacia lo que realmente nuestra época nos exige que seamos, seres civilizados que cuidan el mundo, el medio ambiente y protegen a los seres vivos que en él habitan.
Haya o no más razones que las humanitarias, no busquemos tres pies al gato y valoremos como explicación más válida, para la decisión tomada, la defensa de un animal como es el toro. Hasta ahora ¿a quién podía importarle la vida o el sufrimiento de un toro? El toro importa como herramienta de producción a quienes vienen sacando provecho económico de su sufrimiento, o perversión moral con la contemplación de su tortura, sin importarles que sea un ser vivo, que siente y sufre.
Pero ya saltan las alarmas; los grupos de presión, a través de sectores taurómacos y políticos van a tratar de impedir, por cualquier medio, que esto se repita en otras comunidades autónomas. Su argumento es que el toro identifica a España desde hace muchos años (pero ¿por qué tiene que identificarla muriendo alanceado y en un charco de sangre?), olvidando que también se identificaba a España por la alpargata y la pandereta de cuando el país era pobre. Si en el mundo se conoce a España por el sol, la alegría y la vida relajada, ya son muy, muy pocos los que lo ven como un país en el que se viste de faralaes y hay un capote colgado en cada casa. Probablemente en el mundo global esa imagen ha desaparecido en mayor medida que en algunos sectores retrógrados del país. Es hora ya de que, además de por la situación económica, se nos conozca como el pueblo culto y luchador que somos.
Políticos y grupos de presión comparten la pelota: porque no quieren que se acabe el negocio de las corridas que, por cierto, mueve millones de euros, buena parte de los cuales proceden de nuestros propios bolsillos particulares, pues las Administraciones subvencionan (esto es, nos obligan a subvencionar con nuestro dinero y contra nuestra voluntad) una matanza que se realiza y jalea públicamente, bajo la excusa impresentable de "pasar el rato" revolcados en la crueldad y el morbo que algunos llevan dentro.Los sectores animalistas estamos obligados a buscar y aportar las fórmulas necesarias para evitar este "forzamiento" a que los gobiernos nos obligan en contra de nuestras conciencias y que usan para seguir desparramando la sed de sangre y el morbo de un asesinato consentido.
Hay que detener, a todos los niveles, unas diversiones basadas en el sufrimiento de los animales realizado públicamente en una confrontación que ni siquiera es una lucha, es una encerrona cuidadosamente preparada para la tortura y la muerte del toro. No es excusa que algunos no sepan divertirse de otra forma, que no sepan ocupar en otras actividades esas horas en que se empapan de muerte dentro de un coso taurino, jaleando a un matador que, tal vez por necesidad económica o por un torcido sentido de la vocación, halaga el sentimiento asesino de las masas, asumiendo la matanza directa de un ser que no tuvo oportunidad de decidir su participación en una lucha totalmente desigual.
Pero toquemos también el tema de los caballos de los picadores, esos animales que “van protegidos” contra los ataques del toro, llevan un enorme peto que se supone que impide que el toro clave uno de sus cuernos en el cuerpo del caballo; esos caballos tienen una vida muy corta, arriesgada y sacrificada pues terminan siendo corneados por el animal al que su jinete sale a torturar un rato más. Todos sabemos (de sobra) lo que ocurre con esos caballos, todos hemos tenido oportunidad de ver como sacaban a uno de ellos totalmente reventado por los cuernos del toro respondiendo al dolor de una lanza, mientras, con más muerte, la fiesta continúa y el espectáculo aumenta el morbo, la adrenalina y el entretenimiento para seguir creyendo en que eso son fiestas de la localidad.
Mucho se ha hablado sobre Cataluña estos días, mucho se seguirá hablando sobre las cuestiones que les han llevado a prohibir la tauromaquia, pero, desde este blog, desde esta Asociación (animalista antitaurina) solo podemos decir: Gracias, Cataluña por abrirnos las puertas hacia el fin de la tortura animal.
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