Muy señores y empleados, que no amigos, míos:
A determinadas protestas que se les ha enviado contra la barbaridad contemporánea que representa el alanceo y matanza del Toro de la Vega, han
contestado desde el correo “espectáculos.publicos”
de la Junta de Castilla-León con un
curioso texto, de esos que pasman hasta a quienes (afines al budismo pacifista) no quieren indignarse. Y, en uso del derecho a la libre expresión,
a la libre ciudadanía, al libre pensamiento, y a la creencia pacífica, su
escrito me ha impulsado, me ha exigido, me ha arrebatado, me ha enfebrecido… en
dirección a comentarlo, tan públicamente
como público es el escrito de Ustedes..
De entrada me
permito expresar que la prepotencia y exigencia de las leyes, desde
que los neandertales dejaron este mundo y apareció el “hombre sabio”, tiene que
ceñirse más a la ética social y universal que a una simple obligatoriedad que
muchas veces, o al menos algunas, enmascara curiosamente la ausencia de Justicia
en su aplicación. Las leyes
están para mejorar el mundo, no para empeorarlo y mucho menos para defender
violencias existenciales obsoletas, que permiten liquidar vidas ajenas, cuando
ninguno querríamos sufrir ese destino en las vidas propias.
Y ahora, su escrito:
Mire usted,
señor asesor legal de la Junta que
al parecer envía este escrito: Ya sabemos que los espectáculos crueles y sangrientos en festejos públicos están
excluidos de las leyes generales de
protección animal (que tampoco es que
protejan gran cosa). Lamentablemente, las leyes no las hago yo, que creo en
la Justicia para Todos, ni
intervengo en su creación, así que algunas parece que quien las elabora tiene primero
presente su antojo, el de los suyos, el de su pueblo o el de su región, o lo
que gusta a unos pocos, o lo que quiere de forma puramente emocional, incluidos
festejos de tortura a animales, como si la sobrevivencia dependiera de participar en un jolgorio alienado sangriento,
y no se pudiera vivir dignamente una vida serena, tranquila, pacífica,
progresiva, evolucionada y moderna, productiva y protectora del planeta y de
todo lo que contiene, que es lo que todos queremos, menos –al parecer- algunos.
El hombre
primitivo reaccionaba únicamente ante sensaciones: frío, calor, vida, muerte,
procreación, caza para comer y empezó a bailotear para amistarse con supuestas deidades
dueñas del trueno y el rayo, y que sus meneos les convencieran de protegerles.
Festejos nacidos en las edades más irracionales, que pasaron a un medievo
triste, mísero, arriesgado, peligroso, insalubre y agresivo en el que las
fiestas daban la nota absurda de permitir
que cualquier mendigo se creyera rey por un día (los reyes, los nobles se divertían y mucho, bailaban, reían, cazaban y
no por hambre). Y los festejos aumentaron su importancia compensadora de
miserias reales. Y algunos de ellos, generalizados, han ido arrastrando su rechazable contenido siglo tras siglo. Pero ¿eso les da carta de Justicia? No, eso
simplemente alienta la peor herencia de los siglos oscuros, ese “panem et circenses” que inventaron los
romanos para acallar a las turbas.
Pero las
sensaciones, en la evolución humana, se cambiaron en emociones y las emociones
en sentimientos. Y, por tanto, la brutalidad se transformó en tolerancia y la
tolerancia en respeto.
Pero voy a su texto:
dice que el Reglamento que cita considera que “como principio general, dispone
de forma expresa la ausencia de maltrato a las reses de lidia”. Ahí va,
pero qué ciega y sorda resulto estar yo, pobre de mí: si me pareció que al Toro de la Vega lo alanceaban constantemente en su
recorrido, con toda saña y persecución. Claro que el que un pobre animal,
acosado por turbas, en territorio desconocido, sin posibilidad de huida, sea
constantemente alanceado, sintiendo que su vida se escapa por cada herida, que
su potencia vital se le arrebata con su sangre, mientras puñados de predadores
perfectamente pertrechados lo rodean y machacan, entra en el principio general
de “ausencia
de maltrato a las reses de lidia”, y ello después de haber
artificialmente creado el toro con ese único fin. Iré a revisarme la vista y el
oído, pero, la verdad: no es que lo haya visto yo ser torturado y matado, lo
ven miles de personas.
Dice usted: “cuando
se suelten tres o más reses…por el campo…el organizador deberá disponer de
servicios especiales de control PARA TRANQUILIZAR O INMOVILIZAR LAS RESES DE
LIDIA… en situaciones de especial riesgo o CUANDO LA INTEGRIDAD FÍSICA DE LAS
RESES ASÍ LO EXIJA” (el resalte
de mayúsculas es mío). Pues,
señor mío, ahora además de ciega y sorda, he debido perder el entendimiento:
Primero: Yo no hablo
de, ni el Toro de la Vega es, más
que un toro al que torturan, no tres toros o más. Así que, ¿para qué indica dicho texto?
Segundo: Ahora
entiendo la tortura: Claro, muy “lógicamente” ustedes lo alancean, sangran, aturden y finalmente matan para “tranquilizar” a
la res afectada (Vulcano y sus
matados antecesores) y eso lo hacen, qué previsores, por considerar que el
festejo es una situación “de especial riesgo” ¿para quién?
Porque vamos, ya he recuperado la razón pensante y no es posible que “LA
INTEGRIDAD FÍSICA DE LAS RESES” (la
mayúscula la pongo yo) EXIJA que las torturen precisamente para salvaguardar
su “integridad física”.
Y, ya
recuperada totalmente mi razón, leo “…encarga al presidente del festejo su
control, siendo una de las causas de la suspensión del mismo, el que las reses
sean objeto de trato cruel” y más,
que debe “… el director de lidia… controlar
el trato adecuado de las reses y, en su caso, proponer al presidente la
suspensión del espectáculo”. De manera que su Reglamento defiende (primer párrafo citado) el control del
festejo y su suspensión si las reses son objeto de trato cruel. ¿Y qué he visto yo en televisión sobre el
festejo de Tordesillas, caricias con banderitas?
Pues usted me explique qué es trato cruel: Usted me explique las diferencias entre la tortura de Schnauzi y la de Vulcano. ¿Que aquélla la
efectuó una persona? ¿Que para hacer eso,
y estará usted de acuerdo como todo ciudadano, había que ser un paranoico de
sentidos, vida y finalidades trastornadas? Claro. Y la tortura del Toro de la Vega, se planifica (como planificó la suya el torturador citado),
se inicia (ídem), se desarrolla
sañudamente (ídem), se le da toda la
publicidad posible (ídem) y se
finaliza con la muerte del torturado (ídem).
¿Que el individuo trastornado actuó en
días sucesivos, grabando las torturas? Pues en Tordesillas se actúa un solo
día, pero en banda, turba y desenfreno, con tortura continuada y muerte final,
y ello año tras año en continuidad, con uso de violencia y agresión contra un
animal. ¿En qué se diferencian?
Pues en que,
muy justamente se ha utilizado la ley para perseguir la actuación individual
del torturador trastornado. Y muy arbitrariamente, se utiliza la ley para
impulsar y defender la actuación festiva maltratadora. Sólo en eso, que ya es
mucho. Por suerte, legislación y JUSTICIA no son uno y lo mismo.
Y, como dice usted, “por si esto no fuera suficiente…”
“…en todos los espectáculos taurinos populares
queda prohibido herir, pinchar, golpear, sujetar o tratar de cualquier modo
cruel a las reses… infracción grave (es)
la crueldad con las reses de lidia que
provoque su inmediata muerte o EL MALTRATO DE LAS MISMAS” (mayúsculas mías), ¡Huy!, diría yo, qué alegría que este funcionario no hace más que
darme razones contra el festejo sangriento… pero
es que se reservaba la traca final:
“Lo
establecido en el párrafo anterior se entiende sin perjuicio de la posible
realización de aquéllas acciones físicas que haya que efectuar sobre las reses
de lidia tendentes a garantizar la seguridad e integridad los participantes, el
desarrollo del espectáculo o aquellas que, excepcionalmente, sean inherentes a
la celebración de un espectáculo taurino tradicional de los previstos en… este
Reglamento”.
Pues muy agradecida, empleado mío y del resto de la
población, por tan completa información. De la
misma, concluyo que un 95% es meridianamente entendible en contra de la tortura, la agresión y los malos tratos a los toros. Y
entiendo que se ha divertido usted mucho dando tanta “garantía” para dejar para
el final un restante 5% (cuando el lector
no iniciado en la jerga administrativa se ha cansado de leer) y que es lo único que su Administración quiere realmente
decir:
Que pueden hacer la violencia física que se quiera
sobre un toro (animal taxativamente excluido de las leyes generales de
Protección Animal), con tal de que sea un festejo, en cuyo caso SE PUEDE
IMPUNEMENTE TORTURAR Y MATAR, POR DIVERSIÓN. ¡Por diversión, dios de los
cielos!
Señor mío, el que escribió la información. Si yo hubiera sido usted, o cualquier interviniente en el Toro de la Vega (cosa
imposible, por otra parte) y si yo hubiera sido creyente (que tampoco es el caso, con mi mayor
respeto al eventual ser superior, si existe)) me estaría en estos momentos
dando golpes de pecho de arrepentimiento, tan sólo pensando en la posibilidad de una vida después de la muerte en la
que a todos los intervinientes en estos sucesos de sangre y muerte, sus
acciones se les hayan de demandar por un Ser Superior, que juzgará sus acciones.
Y sólo de ponerme en esa tesitura me estremezco de pavor.
Pero, vamos, resumiendo: que nada de lo que dice
puede defender el alanceo y muerte del Toro de la Vega, ni de ningún festejo
con maltrato a animales.
Sara Téllez
Para ACMAT-CERO
Enero 2014
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